jueves, 15 de septiembre de 2016

La Matute

Jaime Gil de Biedma y Ana María Matute



La Matute

¿Qué puedo decir si yo entré en el bosque de la literatura con la Matute? Leer "La torre vigía" o "Los niños tontos" fueron aventuras iniciáticas e inconmensurables, una forma de descubrir y reconocerse. Aspirante al Nobel durante años, igual que al Cervantes por fin conseguido. Otorgado por un jurado cuyos nombres deberían enmarcarse.
No conseguí tomarme un gin-tonic con la Matute, aunque brindamos con rioja en nuestra cena con el añorado Mario Merlino, Carmen Serrano y Alicia Orden, después de la presentación de "Paraíso inhabitado" en la biblioteca de Las Rozas. Conocer a un mito siempre da miedo, algo así como hacer el amor por primera vez, pero allí estaba ella, sin más oropeles que su encanto y su imaginación. Salimos huyendo de su hotel para buscar un restaurante donde se pudiese cenar de verdad, nada de una ensalada y un sandwich. La noche anterior había ido a tomar unos callos detrás de Atocha.
La Matute es nuestro paraíso mítico, al lado de los grandes como Valle-Inclán o Cernuda. Y tenemos la suerte de que sigue escribiendo. Su biografía, apasionante, que nunca escribirá, del amor al horror, con la guerra incivil y la posguerra por medio y ese dragón terrible, ese pozo sin fondo llamado depresión...
Me cuesta imaginarme el mundo sin la obra de Ana María Matute. Ella es de las que hace que sobrevivir, disfrutar, sea más fácil. Entregarse a tan generosa tarea debe ser arduo. Y desde una estética que rezuma sentido ético por todas sus palabras. Porque no hay que olvidar la profundidad ética de su literatura, su compromiso con lo humano.
Además tengo un secreto: el enorme privilegio de haber compartido los bosques de su infancia, allá por Cameros...


(Texto publicado inicialmente en Diario de Pozuelo. Mayo 2009).

Con Ana María Matute en la biblioteca León Tolstoi, de Las Rozas. Me dedica mi ejemplar de "La torre vigía".
Luego nos fuimos a cenar con ella Mario Merlino, Alicia Orden y Carmen Serrano...
No me tomé un gin tonic con ella, pero no faltó rioja.
Era mi ejemplar mítico de "La torre vigía", de Lumen. Las fotografías son de Bettina Geisselmann, el día de la presentación de "Paraíso inhabitado" en la tertulia que tenía Mario Merlino en Las Rozas. 
Era el 29 de abril de 2009.






 Al fondo, el pantano de Mansilla, que inundó el pueblo de su infancia.

En los bosques de Cameros.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Fuga Lenta, de Juan Martínez de las Rivas

Sigo esperando la continuación de Fuga lenta, la historia de Juan Martínez de las Rivas que tanto me hizo disfrutar. Mientras tanto, recupero el artículo que escribí en el 2010 para Diario de Pozuelo. Creía que siempre se podría ver en la red, pero que ingenuo. Se publicó en julio de 2010.

Fuga lenta
Entré en el intercambiador de Moncloa a comprar Pall Mall Alaska, y me sorprendió la información que destilaba Metro de Madrid. Me pareció curioso que se refirieran a los trabajadores de la empresa como algo ajeno a ella, como si no formasen parte. Alguien soñaba, pensé, con el metro de Copenhague, que funciona sin conductores. Y por cierto, las vías están protegidas con cristales que se abren a la vez que el vagón. Pasó la huelga, más ejemplar que salvaje, y con la copa del mundial llegó la catársis colectiva.
Por esos días de calor descubrí "Fuga lenta", la gran historia de Juan Martínez de las Rivas. Una lúcida autobiografía de la adolescencia del escritor, de las más originales que he leído. Relato fronterizo, más bien relato de lo que significa crecer cuando las fronteras vitales no están nada claras. Lo que por otra parte sucede casi siempre. Martinez de las Rivas, nacido en 1957, nos hace acompañarle en sus desvelos vitales en una familia atípica, como atípico es también su aprendizaje en tres culturas: la española, la alemana y la británica. De las tres participa y  en sus contradicciones y diferencias va encontrando su camino. El deporte aparece como el espacio perfecto en que las tensiones se amortiguan y permite organizar la vida. El portero de un prestigioso club al que va a practicar, no puede evitar comentarle lo curioso que le resulta que su abuelo fuese en Rolls-Royce con chófer y el vaya en metro y en autobús...
Publicada por Acantilado, "Fuga lenta" deja el deseo de seguir la aventura vital del protagonista, en la que más de una generación se reconocerá. De su paso por un colegio del Opus Dei al San Estanislao de Kostka, con internado de por medio, para acabar en un instituto... Su sorpresa al descubrir el recelo con el que miran a Franco conocidos de otros países o sus propios compañeros de colegio a su teckel al que consideran un vulgar perro salchicha, objeto de mofa... Pocos escritores se enfentan con tal dignidad a su pasado y nos permiten el placer de descubrirnos en él.


 Juan Martínez de las Rivas, fotografiado por Monika Canevaro.
 La mesa del escritor...
Matilde Roca de Togores y Juan Martínez de las Rivas.
Matilde Roca de Togores y Jesús Gironés Martínez