martes, 20 de junio de 2017

Juan Carlos Marín Talavera. In Memóriam.




Juan Talavera: el grito del cuerpo.


“Hombre traspasado por la luz. Materia que se deteriora y luz que permanece. Hombre que figura o configura sus dos espacios: hacia la muerte uno y hacia la sobrevivencia, su sobrexistir, su comunicarse, su consumirse otro. Positivo y negativo en sí mismo. `Las dos vienen a ser la misma carne´, dice la Sagrada Biblia”.
Pablo Serrano
Discurso de Ingreso en la Academia.




Conocí a Juan Talavera cuando estudiaba Bellas Artes en la Complutense madrileña. Hacía unos dibujos de una belleza arrebatadora, clásica, dionisíaca. Su pintura poderosa, con influencias del art brut, el grupo Cobra, el expresionismo alemán. Era apasionado como un niño terrible de Cocteau y un joven pasoliniano. A veces con una sensibilidad extrema para pequeños gestos, casi insignificantes que el podía magnificar. Su primera exposición individual en El Foro de Pozuelo era una explosión sobre el cuerpo humano, un cosmos de músculos y sentimientos en sí mismo.
Sus cuerpos son convulsos, o sea, bellos, aunque más que Bretón otras son sus fuentes. Ribera, por ejemplo, esa tensión tan española, entre el cuerpo y el alma, lo sagrado y lo profano, el sueño y la razón. Esconden todas las luchas contemporáneas, artísticas y vitales, personales y sociales..
Durante años el tema de su pintura ha sido el cuerpo. Ahora. En su última etapa podemos pensar que los cuerpos han desaparecido, quizá centrifugados, arrojados al espacio, y lo que vemos tiene algo cósmico o de conexiones neuronales. La mente al fin, que es otra forma de pintar lo humano.
Su obra tiene como último sentido el hombre. El artista impregna su trabajo de sí mismo, de sus obsesiones, deseos, pensamientos, del tiempo que le toca vivir, del que sueña, del que padece. La espléndida obra que donó a la Colección Visible de Arte Contemporáneo es buena muestra de ello.
Juan Talavera comenzó trabajando como ayudante del escultor Pablo Serrano, y la muerte del maestro le llevó a comenzar su andadura universitaria. Su estudio parece a camino entre dos siglos, más entre el XIX y el XX que entre el XX y el XXI. Tiene el espíritu de los talleres casi desaparecidos, de la bohemia parisina. En el patio, una pequeña y personal escultura. Dan ganas de cogerla con las manos, soplar y esperar a que empiece a vivir, de tan viva. En Alcalá de Henares se encuentra el grupo escultórico que realizó en el Paseo Gil de Hontañon, en la Universidad. Participa esta obra de su sentido conceptual, pero se elevan en una grata serenidad, homenajeando el carácter renacentista. Versátil, capaz de transmitir su ser a la materia, pintura y escultura beben en él de los mismos manantiales y encuentran distintos caminos, ecos. Los bosques del pensamiento, la naturaleza siempre impredecible, la lucha entre lo urbano y la memoria de las migraciones desde el campo, el abrirse camino en el nuevo mundo con lo que cabía en una maleta. Así se escribe también la historia del artista.
Decía Duane Michals que la única razón del arte es conmover: “Cuánto más íntima es la expresión más hondamente conmueve. Pero hoy en día vivimos en una cultura en la que cuánto más gritas mayor atención te prestan, y ya no queda espacio para el susurro, para la sensualidad íntima. Siempre hay ruido. Creo que las galerías de arte y los museos se han convertido en parques temáticos”. (1)
Juan, si no es un artista del susurro, si lo es de la conmoción de la intimidad, de la herida de la belleza. Del grito verdadero, del estupor y de la furia. Ángeles y hombres que intentan encontrar su lugar entre el tumulto, entre el griterío, que reclaman su lugar en el lienzo aún arrastrando estelas del incendio, a veces como si hubiesen nacido en mala luna y se perdonasen la vida cada día, con el poeta (2). Cuerpos poderosos que no se resignan a los moldes impuestos. De ello dan cuenta sus composiciones, que parten, resaltan, enmarcan las figuras o parte de ellas, contenidas.
Vi las mejores mentes de mi generación destruídas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, / arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, /hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con la estrellada dínamo de la maquinaria nocturna, / (…) flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz, / que desnudaron sus cerebros bajo los puentes y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,/(...) parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras (Aullído, Allen Ginsberg, Madrid 1993. Círculo de Bellas Artes.). (3)
El artista está condenado a dar testimonio de su época, sea desde la visceralidad o eligiendo la hipocresía. No el grito del vendedor de ungüentos mágicos y crecepelos asombrosos, no la prestidigitación de los trileros, sino la honestidad de sus armas. Apenas pintura, lápices o bolígrafos, lienzos, tablas o papel y la soledad del estudio. La obra de Juan Talavera es de una coherencia sorprendente a lo largo de los años, de una fidelidad y entrega que sorprende. Un viaje lleno de honestidad hacía un futuro siempre incierto. Sus cuerpos y sus constelaciones mentales conforman un discurso que late al ritmo de la defensa de la libertad., en la mejor tradición del arte moderno.
(4)


Jesús Gironés

Madrid, setiembre 2013



(1) Duane Michals habla con Enrica Viganò. La Fábrica y Fundación Telefónica, 2001.
(2) Me sobra el corazón. Miguel Hernández. En Sí, a Miguel Hernández. Niño de Elche, 2013.
(3) Allen Ginsberg. Madrid 1993. Círculo de Bellas Artes, 2008.
(4) Materiales de sociología del arte. Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría. Siglo XXI Editores de España, 2008. 




 Juan Carlos con Pepe Domínguez y Jesús Gironés, 1994


En El Foro con Mesa Esteban Drake.







Una de sus esculturas en espacios públicos, en Canarias

Una de sus esculturas en el paseo monumental Gil de Hontañón, en Álcalá de Henares,


domingo, 18 de junio de 2017

Roberto González Fernández


SECRET CABINET: EAT MY ROMAN IPAD


Banquete a contradanza


ii
Dios se desviste
vestido de sí mismo
(…)
qué fue de la pasión
de los dioses desnudos

iii
como si se reencarnase en un dios
olvidadizo
a deshoras compone
catálogo de ausencias


no de nombre
Voces comunes y otros poemas,
Mario Merlino




Nos condenan a las ruinas, devorémonos. Pongamos la mesa, en el ritual de nuestra malherida intimidad, dispongamos los cubiertos, hagamos nuestro altar para la inmolación, soy yo y muchos, objetitos elegidos, capricho y azar. Dios fue expulsado de la tierra, pero nos dejó sus exactas reglas y a ellas regresamos, en la fe del juego.
Dice Max Aub que el catolicismo merecería la pena por la existencia de la obra de Buñuel. Roberto nos propone un banquete y se autoinmola en un sacrificio constantemente renovado. Hay que volver al desnudo, al cuerpo, a la piel, contra los que van todos los golpes, heridas y -también- caricias. Frente al discurso de estos tiempos que nos convierte en pura mercancía. Y él le da la vuelta al juguetito, al ipad, al receptáculo del alma contemporánea. En el cabe nuestra vida, incluso quizá reduce nuestra vida a eso. El ipad voraz, antropófago, espejo del alma. Nuestra alma virtual. Pero Roberto baila a contradanza de la Ley -escrita y no escrita-, la que quiere condenarnos a no ser, al miedo, mero cuerpo de trabajo precario, de libertades abolidas, de la llamada al orden y al control.
Y Roberto prepara el banquete de la lujuria, de pasiones amores secretos. Y el peligro siempre acecha. Y se traviste de Venus o Medusa, de Ganímedes y Zeus. La última cena de cada día dánosla hoy. Estamos vivos a pesar de todo y nos rebelamos. El artista expulsado del paraíso se sacrifica en el altar, y crea mandamientos para sobrevivir.

Jesús Gironés
Pozuelo de Alarcón, 5 de diciembre de 2013

(Texto publicado en el catálogo de Roberto González Fernández SECRET CABINET/ EAT MI ROMAN IPAD)

Roberto González Fernández web

SECRET CABINET: EAT MY ROMAN IPAD en facebook













miércoles, 7 de junio de 2017

Concha Gómez-Acebo

                                                 Concha Gómez-Acebo. Autorretrato.


Cercanías

Bello y cotidiano título para la exposición de Concha Gómez-Acebo en la galería Utopía Parkway. Viajes en tren,  apuntes, vidas. Retratos y paisajes para un estado del ánimo y la mirada. El ejercicio de ver y sentir, condenados a un trayecto, que acaso es parte de la vida y sus ataduras. Tránsito que la pintora resuelve en un diario de avatares, enamorada de sus modelos casuales. La mirada que refleja una extraña melancolía, grises nubes que nos conforman, edificios en que reconocerse, austeros, geometrías del alma. La complicidad de Gómez-Acebo es de una ternura extraña, nos hace partícipes del extrañamiento Sus personajes, sus personas, nos hablan de un viaje más lejano: otros paises, otras culturas. El cansancio del laborar, la vista al cielo, gris y tan hermoso. La complicidad es el secreto.

Vidas en el tren. Un espacio que ya no está hecho para el encuentro. Y por eso su rareza. Apuntes. La pintura tiene esas cosas. Como sueños. Algún poema de Ángeles Navarro Guzmán me acompaña en la rememoranza: el silencio, la puerta del horizonte, donde acaba la tarde. El silencio de los días, a la sombra de la ciudad enamorada.
Personajes que piden, hablan, se bajan, suben. La pintora observa. Cuenta, dibuja, escribe. Una novia cumple su deseo, Velo blanco, ropa cotidiana. Un espejo en el que se refleja el deambular. Tierra de nadie. Cercanías. Los pasajeros bajan, suben, se van. Lejanías.

Concha Gómez-Acebo, Ángeles Navarro Guzmán. La poeta ha muerto. Me refugio en los cuadros de Concha. Una bella exposición cuyo ritmo desafía la prisa. Viajeros durmientes. Un reloj de estación que marca el tiempo de la nostalgia.
Que el viaje no sea inútil. Poder contarlo, dibujarlo, rememorarlo.

Trenes de cercanías. Que el viaje no se trague la vida.


(Texto publicado en Diario de Pozuelo en diciembre de 2009)

No se si Concha y Nines Navarro Guzmán se conocieron. Para mí estaban unidas por Lola Crespo, galerista de Utopia Parkway y su marido, el editor Ricardo Navarro, en cuya casa leí por primera vez A la sombra de la ciudad enamorada.