sábado, 17 de diciembre de 2016

Caro Pier

Mi homenaje a Pier Vittorio Tondelli en Caro Pier



                                                          Fotografía de David Trullo

Ci sono scrittori che scopri e sono come una fiammata nell'anima. Come ai tempi dell'infanzia in cui ricevevi la comunione e Dio entrava in te e provocava una sensazione spirituale, diffusa, sovrannaturale. 
Scoprii Pier Vittorio Tondelli per caso, per il mio impegno a ricercare libri, così come per Narcís Comadira, Luis Pérez-Mínguez, Alberto Cardín, Hervé Guibert, Ana María Matute o Valle-Inclán. 
Le storie di Tondelli, come tante altre che ho amato, sembravano possibili, vicine alla vita, ma anche irraggiungibili e di un altro mondo.
Casualità, memoria, desiderio, realtà. Anche io voglio regalare un bagliore, un desiderio dentro un altro desiderio.
Guardando la fotografia di David Trullo mi sento pura bramosia: il frammento umano mi sembra una foresta, un invito inestricabile.
Vedo quello che sogno o sogno quello che vedo?

Jesús Gironés
Agosto 2016

Versión italiana Daniele Bordoni.



Hay escritores que descubres y son como una llamarada en tu alma. Como aquellos tiempos de la niñez en que recibías la comunión y Dios entraba en ti y provocaba una sensación anímica, difusa, sobrenatural.
Descubrí a Pier Vittorio Tondelli por casualidad, por mi afán de rebuscar libros. Como a Narcís Comadira, Luis Pérez-Mínguez, Alberto Cardín, Hervé Guibert, Ana María Matute o Valle-Inclán.
Las historias de Tondelli, como tantas otras que he amado, eran por una parte cercanas a la vida, parecían posibles. Por otra parte inalcanzables, de otro mundo.
Casualidad, memoria, deseo, realidad.
Yo quiero regalar también un destello, un deseo dentro de otro deseo.
Mirando la fotografía de David Trullo me siento puro anhelo: el fragmento humano me parece una selva, una invitación inextricable.
Veo lo que sueño o sueño lo que veo.

Jesús Gironés
agosto 2016

En Caro Pier, homenaje a Pier Vitorio Tondelli.
Correggio, diciembre 2016





En las fotografías, Pierre Vittorio Tondelli 
(Correggio,  Reggio Emilia, 14 de septiembre de 1955 - Reggio Emilia, 16 de diciembre de 1991) 




martes, 6 de diciembre de 2016

Eros

He reunido cuatro poemas que para mí han tenido algo de revelación. El primero nos lo descubrió Teresa Gómez del Manzano en la Facultad, en su clase de Literatura Universal Contemporánea. Era una profesora fantástica, que pasaba de Clara Janés a Kafka con igual pasión.
El chico wrangler de Ana Rossetti fue casi un himno. Recuerdo que le dejé mi ejemplar de Indicios vehementes a Ute Kadner, que en principio pensó que era un regalo. Al devolvérmelo tuve la suerte de que estaba lleno de anotaciones personales.
Conocí a Andrea Luca, y la llevamos a leer a El Foro. Por aquellos tiempos tenía una taller de encuadernación. El poema nunca se ha borrado de mi memoria.
El último deslumbramiento ha sido el de Nuria Ruiz de Viñaspre. Al leerlo pensé que un ciclo se cerraba. Eran un cuarteto perfecto. A la manera de Alejandría, escribo, y sonrío. 






Clara Janés
Eros
1981


Estuve con un joven
y supe al fin lo que era
el violento arrebato, la agilidad vibrátil,
cavidades melosas en la carnosa pulpa
suavemente entreabierta
hasta el linde dehiscente,
el perfecto engranaje,
la densidad precisa de jugos derramados,
la inclinación debida,
la posición exacta,
y la sabiduría del mutismo,
la belleza de un glande.





Ana Rossetti
Indicios vehementes
1984

Chico Wrangler

Dulce corazón mío de súbito asaltado.
Todo por adorar más de lo permisible.
Todo porque un cigarro se asienta en una boca
y en sus jugosas sedas se humedece.
Porque una camiseta incitante señala,
de su pecho, el escudo durísimo,
y un vigoroso brazo de la mínima manga sobresale.
Todo porque unas piernas, unas perfectas piernas,
dentro del más ceñido pantalón, frente a mí se separan.
Se separan.





Andrea Luca
En el banquete
1987



Se ha dirigido a mí
el muchacho de la esquina. 
El joven geisha de pantalón vaquero me ha cogido de la mano.
 Le he acompañado hasta el parque 
y encendiéndome un cigarrillo 
le obligué a masturbarse. 
¿Qué lluvia guiará los caracoles hasta la tumba de Pasolini?





Nuria Ruiz de Viñaspre
Ahora que el amor se me instala
2004


VIII

EN la longitud del cuello de mi útero
Se esconde el verso más sucio
El verso de la sin razón y el vicio
El vicio de atragantarme
Con tu semen de adolescente













lunes, 7 de noviembre de 2016

W. H. Auden


Auden por Richard Avedon




W. H. Auden

MALDICIÓN

Fué un día negro aquel en el que Diesel
ideó la máquina siniestra
que te engendró, invento vil,
más dañino y criminal
que la cámara fotográfica, incluso.
Monstruosidad metálica
fardo y ruina de esta civilización nuestra,
enfermedad principal de la Nación.

¿Con que cinismo prohíbe la ley
el hachís, la heroína, y sin embargo
autoriza tu uso, tú que halagas
los más bajos instintos de los hombres?
Los drogadictos solo dañan
su propia vida. Tu envenenas
los pulmones de inocentes,
tu estruendo turba el sosiego,
y en las repletas carreteras la gente
muere a diario por las combinaciones del azar.

W. H. Auden
Gracias, niebla





 Con Chester Kallman

 Auden por Cecil Beaton



























miércoles, 2 de noviembre de 2016

Amado mío

Postal de la exposición de Antonia Valeroen El Foro



Amado mío


No me daba tiempo a comprar tabaco, pero no me importó, porque además no tenía dinero y seguro que en la inauguración de Antonia Valero en El Foro conseguía algún cigarrillo. Llegué con la lengua fuera, y pensé que en mi abstinencia me había equivocado y entraba en una iglesia antigua. Recordé la película de Olmi, La leyenda del santo bebedor, y me vi como un fumador, de buen corazón a pesar de todo, sufriendo alucinaciones… Pero no, aunque cirios y velas se derretían al ritmo de Pink Martini.
Antonia Valero ha unido dos mundos que pueden parecer contradictorios, pero que dialogan en su exposición. Un lado barroco que refleja la imaginería católica: la cruz, iconos, cojines de terciopelo, una Biblia en su atril, exvotos en cera y cerámica: mano, brazo, corazón, pierna, estómago, lengua, labios, ojos… Por otro su obra mística, inspirada en San Juan y Santa Teresa, en que el lugar de la pintura lo ocupan telas industriales que juegan con la luz y sus reflejos.
En Amado mío, Antonia Valero no deja de hacer una reflexión sobre el dolor y la plegaria, sobre el amor y el arte. La ironía es sutil, como la lycra que utiliza en alguno de sus sensuales cuadros, mientras afloran sensaciones.
Enhebrar ideas vertiginosamente, como letanías de un rosario imaginario, de imágenes que nacen, crecen y se transforman. Un cóctel en el que también caben quirófanos, anestesias, hospitales, videos, Carmen Pallarés, José María Parreño, Juan Carlos Rubio, Antonio Zarco, paseos por la playa. Un poco como Gilda bebiendo un ron reserva de siete años mientras acaricia un rosario y no sabemos si reza o repasa conquistas, sueños y labores. Y no sabemos si en la próxima imagen en lugar de Rita Hayworth van a ser las hermanas Gilda, con el corrosivo humor de Vázquez.
Antonia Valero recupera parte de su pasado, y no faltan unos guantes, blancos, de cabritilla. No sé si sus plegarias han sido atendidas, ni en qué medida. Pero me la imagino perfectamente bailando un bolero con Truman Capote, mientras, intensa, le va contando historias.
Artículo publicado en Diario de Pozuelo, octubre 2009
Antonia Valero y Gabriel Medinasidonia



La Biblia. Al acercarse sonaba Amado mío [pinchar] de Pink Martini


Almudena Mora y Antonia Valero


Jesús Gironés y Belén Forilays



Reverso de la postal de Amado mío

jueves, 15 de septiembre de 2016

La Matute

Jaime Gil de Biedma y Ana María Matute



La Matute

¿Qué puedo decir si yo entré en el bosque de la literatura con la Matute? Leer "La torre vigía" o "Los niños tontos" fueron aventuras iniciáticas e inconmensurables, una forma de descubrir y reconocerse. Aspirante al Nobel durante años, igual que al Cervantes por fin conseguido. Otorgado por un jurado cuyos nombres deberían enmarcarse.
No conseguí tomarme un gin-tonic con la Matute, aunque brindamos con rioja en nuestra cena con el añorado Mario Merlino, Carmen Serrano y Alicia Orden, después de la presentación de "Paraíso inhabitado" en la biblioteca de Las Rozas. Conocer a un mito siempre da miedo, algo así como hacer el amor por primera vez, pero allí estaba ella, sin más oropeles que su encanto y su imaginación. Salimos huyendo de su hotel para buscar un restaurante donde se pudiese cenar de verdad, nada de una ensalada y un sandwich. La noche anterior había ido a tomar unos callos detrás de Atocha.
La Matute es nuestro paraíso mítico, al lado de los grandes como Valle-Inclán o Cernuda. Y tenemos la suerte de que sigue escribiendo. Su biografía, apasionante, que nunca escribirá, del amor al horror, con la guerra incivil y la posguerra por medio y ese dragón terrible, ese pozo sin fondo llamado depresión...
Me cuesta imaginarme el mundo sin la obra de Ana María Matute. Ella es de las que hace que sobrevivir, disfrutar, sea más fácil. Entregarse a tan generosa tarea debe ser arduo. Y desde una estética que rezuma sentido ético por todas sus palabras. Porque no hay que olvidar la profundidad ética de su literatura, su compromiso con lo humano.
Además tengo un secreto: el enorme privilegio de haber compartido los bosques de su infancia, allá por Cameros...


(Texto publicado inicialmente en Diario de Pozuelo. Mayo 2009).

Con Ana María Matute en la biblioteca León Tolstoi, de Las Rozas. Me dedica mi ejemplar de "La torre vigía".
Luego nos fuimos a cenar con ella Mario Merlino, Alicia Orden y Carmen Serrano...
No me tomé un gin tonic con ella, pero no faltó rioja.
Era mi ejemplar mítico de "La torre vigía", de Lumen. Las fotografías son de Bettina Geisselmann, el día de la presentación de "Paraíso inhabitado" en la tertulia que tenía Mario Merlino en Las Rozas. 
Era el 29 de abril de 2009.






 Al fondo, el pantano de Mansilla, que inundó el pueblo de su infancia.

En los bosques de Cameros.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Fuga Lenta, de Juan Martínez de las Rivas

Sigo esperando la continuación de Fuga lenta, la historia de Juan Martínez de las Rivas que tanto me hizo disfrutar. Mientras tanto, recupero el artículo que escribí en el 2010 para Diario de Pozuelo. Creía que siempre se podría ver en la red, pero que ingenuo. Se publicó en julio de 2010.

Fuga lenta
Entré en el intercambiador de Moncloa a comprar Pall Mall Alaska, y me sorprendió la información que destilaba Metro de Madrid. Me pareció curioso que se refirieran a los trabajadores de la empresa como algo ajeno a ella, como si no formasen parte. Alguien soñaba, pensé, con el metro de Copenhague, que funciona sin conductores. Y por cierto, las vías están protegidas con cristales que se abren a la vez que el vagón. Pasó la huelga, más ejemplar que salvaje, y con la copa del mundial llegó la catársis colectiva.
Por esos días de calor descubrí "Fuga lenta", la gran historia de Juan Martínez de las Rivas. Una lúcida autobiografía de la adolescencia del escritor, de las más originales que he leído. Relato fronterizo, más bien relato de lo que significa crecer cuando las fronteras vitales no están nada claras. Lo que por otra parte sucede casi siempre. Martinez de las Rivas, nacido en 1957, nos hace acompañarle en sus desvelos vitales en una familia atípica, como atípico es también su aprendizaje en tres culturas: la española, la alemana y la británica. De las tres participa y  en sus contradicciones y diferencias va encontrando su camino. El deporte aparece como el espacio perfecto en que las tensiones se amortiguan y permite organizar la vida. El portero de un prestigioso club al que va a practicar, no puede evitar comentarle lo curioso que le resulta que su abuelo fuese en Rolls-Royce con chófer y el vaya en metro y en autobús...
Publicada por Acantilado, "Fuga lenta" deja el deseo de seguir la aventura vital del protagonista, en la que más de una generación se reconocerá. De su paso por un colegio del Opus Dei al San Estanislao de Kostka, con internado de por medio, para acabar en un instituto... Su sorpresa al descubrir el recelo con el que miran a Franco conocidos de otros países o sus propios compañeros de colegio a su teckel al que consideran un vulgar perro salchicha, objeto de mofa... Pocos escritores se enfentan con tal dignidad a su pasado y nos permiten el placer de descubrirnos en él.


 Juan Martínez de las Rivas, fotografiado por Monika Canevaro.
 La mesa del escritor...
Matilde Roca de Togores y Juan Martínez de las Rivas.
Matilde Roca de Togores y Jesús Gironés Martínez