domingo, 12 de octubre de 2025

RAMÓN BUENAVENTURA. Dos poemas de Vereda del gamo

 



RAMÓN BUENAVENTURA. DOS POEMAS.


AMANECE EN EL CERRO DE LOS GAMOS

A caballo de nada,
blanco
de los ojos,
no le mires la punta,
vena
de los labios.
Polvoriento de luz:
magia
para el hada
nacida en el crepúsculo:
no
la contemples
cuando descubre el velo.
Su mirada es un charco de leche
con el loto de sangre en el centro.


TOCAR

Las retamas estallan con la fija delicia de un siglo japonés;
pero más amarillos son los pasos de duende
que marcan por la hierba las bravas margaritas.
Ha enloquecido el sauce joven.
Las mariposas me rizan el aire de niñas olvidadas.
Los perros se alivian del pelo,
las urracas se acercan
a punto de pasarse a las palomas.
Aviva los geranios el vuelo colibrí de la esfinge plumosa.
Los albaricoqueros se aprietan en el fruto,
en las brevas la higuera; los guisantes de olor
— rojos, blancos, azules, malva —
se tupen en el muro; sus zarcillos
se han asido a los dardos que olvidé en la diana.
El lagarto se ocupa
de frenarle los ritmos a la sombra.
Mi hijo de tres años se ríe de rojo al ver
las estentóreas amapolas.
No es la dicha: es la vida
para mirada por el hombre;
es el gusto del ciclo,
el placer de encajar.
Crecer acompañado.
De "Vereda del Gamo" (1981-1982)





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