jueves, 17 de noviembre de 2022

Román Reyes/ Fragmentos



 "Dialogar con el pasado es releer las fuentes de tus pasiones. Releer las fuentes del deseo es pensar un relato (posible) de tus contradicciones. Verdad es sólo la relectura del tiempo del relato jamás escrito. Releyendo las huellas que el lenguaje señala, cada vez que relees las fuentes de tus sueños".





Y TU CUERPO SE HIZO MIRADA.-
(A través del cuerpo de mi mirada, que tú mirabas, descubrí que el mundo ya era luz)
No ha cuerpos. Sólo pasión de cuerpos. Seducción. Frente a frente. Intensidad de flujo. De miradas frente a frente. Sólo hay mensaje. Sólo hay historia. E historias, que el rostro no siempre oculta. Si es actual. La pasión es pasión por el cuerpo. Por el propio cuerpo. Y por el cuerpo apasionado del cuerpo del deseo. Un cuerpo sin rostro es presunción de cosa. Sin alma presumible. Sin expresión. Torpe. No hay cuerpos. Ni mundo. Sólo tránsito de miradas.
Miro el mundo a través de la mirada de tu cuerpo. Que mira el mundo a través de la mirada de mi cuerpo. El mundo es entonces misterio para ambos. Y revelación. Objeto de la pasión. Cosa apasionada de pasión. Pasión y cosa reflexiva.






Lluvia a raudales, que reconduce mi ya débil voluntad de infractor. Para que sea aún más débil, si cabe. Debilidad resistente. De nómada, hace tiempo descatalogado. Yo soy raya, principio y fin de rayas. Mar de rayas. Memoria rayada. Cosa rayada. A pesar del lienzo y de la tinta. A pesar de la pluma que atrapa mi mano.


Mi banco. En el 
Centro Studi Pier Paolo Pasolini Casarsa della Delizia




RAYAS.-
Atrapado en mi secular agrafía algo me es indiferente. Y es diferente que la mano se deje seducir por la tinta. Me gusta verla seducida. Emocionalmente entregada. Torpe mano sonriente. Proyecta sombras, que no son duplicado de mi cuerpo. Ella lo sabe. Tampoco son sombras de mano ocasional, que atrapa pluma díscola. Díscola y provocadora, como mi mano. Color díscolo sobre lienzo blanco, aún virgen. Color soñado. Color de tinta huidiza, libre. Discursiva. Mi mano, otras veces cómplice de mis locuras, es ahora cómplice de objetos y cosas sobre los que mi mirada se proyecta. Desde cualquier oculta posición. Simulada posición.
El lienzo invierte el sentido de mi mirada. Y el lienzo tintado juega con mi mirada. Y las posiciones invertidas de mi lienzo. Simulando respetar mi mano, juega. Mi mano sabe que en mi mente siempre hay rayas, torbellinos de rayas, amasijos de rayas. Amasijos y torbellinos que me obligan a proyectar algo. A expulsar lo que no es grito. Porque siempre se proyectan dobles, el doble de esas rayas. mi propio doble, soy esclavo de la representación, representada con grafos. Y a representarme, tintado. Rayas parturientas. Sin que mi responsabilidad desaparezca así, o se atenúe.
Representándome tintado, cual tormenta de agosto, los trazos me increpan. Desde esa mano, cómplice de lienzos, que son sólo fantasmas ninfómanos. Pero no perversos fantasmas. Mano cómplice de tinta, precozmente derramada. Trazos de rayas abortadas. Cual tormenta de agosto. Lluvia a raudales, que reconduce mi ya débil voluntad de infractor. Para que sea aún más débil, si cabe. Debilidad resistente. De nómada, hace tiempo descatalogado. Yo soy raya, principio y fin de rayas. Mar de rayas. Memoria rayada. Cosa rayada. A pesar del lienzo y de la tinta. A pesar de la pluma que atrapa mi mano.
Atrapado en mi secular agrafía tampoco mi mano grita. Atrapado en gritos soñados la letra no es siquiera letra burguesa. Ni tecnologías de la memoria, sólo recuerdos de comunicación caída. A radales, tal vez. La comunicación y acaso el recuerdo. La ruina de la memoria. Lengua extranjera en propio desierto, que ni siquiera los nómadas hablan. Rayas, pretendidamente de ternura.
Ser ágrafo, en tiempos de penuria, no es debilidad. Ni impotencia. Es una forma de lenguaje. De denuncia.









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