Mi texto para la Revista Blanco, negro y magenta, dentro del homenaje a Antonia Valero que acaba de aparecer.
Antonia Valero y la herida que nos construye.
Así pues debo alzarme
y atravesar en dolor esa roca
hasta que yo la arrojada al polvo
la envelada nupcialmente
encontré la puerta al alma
donde la semilla siempre germinante
golpea la primera herida
en el misterio.
Nelly Sachs
Huida y transformación
Antonia Valero
eligió el nombre de su abuela materna como nombre propio, y así la
conocimos. Su abuela era una persona muy importante en su genealogía,
mujer fuerte, madrileña de armas tomar, chula, castiza, muy
galdosiana. Se crío con ella. Contaba anécdotas geniales. Sin
embargo sobrecogía cuando contaba el recuerdo que tenía de su
madre. Un día que pasamos por San Bernardo nos señalo el balcón en
el que la veía. Era el único recuerdo que tenía de ella. Su madre,
vestida de blanco en un balcón, y ella pequeñita, en la calle. La
madre con tuberculosis a la que no podía acercarse.
¿Cuánto de la
historia familiar hay en su obra? Y pienso en Louise Bourgeois, que
tanto nos deslumbraba. La exposición que hizo en El Foro de Pozuelo
en octubre de 2009 se llamó “Amado mío”. Y la pensó como una
exposición dual. La sala del fondo, con menos interferencias,
recogía su obra inspirada en los místicos, San Juan y santa Teresa.
Era su obra que mezclaba diversos tejidos industriales para conseguir
reflejos y texturas sutiles y ambiguas jugando con la luz. Las medias
son un elemento con el que trabajó hasta el final.
La primera sala nos
recibía a modo de instalación, como si fuese una iglesia, o una
capilla. La apropiación religiosa era total; exvotos, velas,
hostias, patena, guantes blancos de cabritilla, iconos bizantinos,
prótesis, una gran cruz, un reclinatorio, una biblia que al
acercarse nos sorprendía con la canción “Amado mío”,
interpretada por Pink Martini. Hablaba del DOLOR, en ese oscuro magma
de oración, súplica, deseo, expectativas de curación, de
hospitales, quirófanos, médicos. Hablaba también del amor. De esa
extraña relación entre amor y dolor.
Antonia era una
mujer explosiva, que derrochaba energía. Nos conocimos de
inauguraciones, en los tiempos de El Gallo Arte. Era un placer
encontrarnos. La alegría estaba asegurada. Compartimos muchas: los
tiempos del Garaje Pemasa, Pi y Margall… Y El Foro, por supuesto.
Se convirtió en una de las imprescindibles. Primero con Raquel -la
primera que conocí de sus cuatro hijas-, y luego con Laura, hija,
compañera y amiga de los últimos años. Mercedes la acompañaba en
ocasiones. Mas tarde conocimos a Julio su marido- y a Anita. Recuerdo
que disfrutando de la hospitalidad familiar en Medina del Campo, nos
enteramos de la muerte de Chavela Vargas… Menos mal que no teníamos
tequila.
En El Foro conoció
a Carlos Delgado Mayordomo, con el que hizo la que es ya su última
individual, en la sala Barjola de Las Rozas, en marzo de 2011, y que
llamó “Consonancias”. Sobre ella escribieron magníficos textos
Carlos Delgado Mayordomo y Ángel Llorente Hernández, que podemos
leer en su web, que tanto cuidaba Antonia. Aunque al revisarla, veo
que falta el año 2016, en que sé que no faltaron colectivas. Ay,
Antonia, ¿que pasó con el 2016?
Tienes que venir a
ver lo último que he hecho, me dijo antes de que el dolor la
encerrase en casa. Ya no fue posible. Nos quedó pendiente un gin
tonic, pero me acuerdo con inmenso cariño de nuestras últimas
tertulias nocturnas, en la terraza que mas nos sedujese, hablando de
la vida y del arte, de amores, fobias, arrebatos y desencuentros.
Dejando atrás como siempre, nuestros andares que conocían tiempos
mejores, porque nosotros buscábamos nuestra “ración de alegría”
cada día.
Jesús Gironés
Blanco,negro, magenta 4
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