martes, 25 de mayo de 2021

Francisco Brines


Fotografía de Jesús Císcar


Conocí a Francisco Brines una noche en la Residencia de Estudiantes. Y no una noche cualquiera, era la noche de la fiesta de la Residencia. Creo que era la primera vez que me invitaban, y allí estábamos hablando con el poeta. La memoria es una sombra, una sensación. Ángel Rodríguez Abad era el maestro de una ceremonia íntima entre aquella orgía que nos rodeaba. Recuerdo sus ojos, su voz, sus confidencias. Un rato refugiados en la oscuridad.

Y busco un poema: la primera vez, la ciudad universitaria, los árboles. Pero no lo encuentro.




                       Francisco Brines por Roberto González Fernández



Aquel verano de mi juventud

Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.
Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.
De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan solo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.

Francisco Brines



             Francisco Brines y Roberto González Fernández



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