El Evangelio según San Juan, una exposición de dibujos de Guillermo Martín Bermejo
Ni
siquiera entramos en una capilla laica.
Y
podría serlo, laica, y mística. Perdida en algún bosque o en los
recovecos de una ciudad antigua.
Hay
que entrar con devoción.
Porque
lo que vemos nunca volverá a estar junto. O será muy difícil.
Pronto
serán fragmentos como reliquias repartidas…
Apóstoles
de nuestro tiempo, efebos acrónicos, jóvenes en el limite del
sueño.
Cuando
conocí a Guillermo Martín Bermejo, él era uno de ellos, entre
asombrado y aterrado ante el mandato imperativo: crecer en contra de
si mismo. ¿Aprender era morir?
El
dibujo fue su conjuro, el que le hizo ensimismarse en un ritual de
pureza y búsqueda de belleza. Un ritual de paso que no abandonó sin
sangre y sin erecciones, como atestigua una de las obras que estuvo a
punto de destruir, tan unida estaba al insoportable dolor de la vida,
al sacrificio.
De
alguna manera su labor ha tenido siempre un carácter profundamente
religioso, encarnado en el cuerpo, oración a oración, crucificado a
crucificado, latigazo a latigazo, lágrima a lágrima. Y pienso en
Mapplethorpe o Pasolini, estéticas aparte. Es el alma que se encarna
en el cuerpo, tras una complicada labor de siglos, de encajes
enrevesados y maravillosos, encarnada -insisto- a sangre y fuego,
pero también entrelazada con mucho amor. El alma, no nos engañemos,
ha entrado en nosotros mas por el milagro del bordado que el de la
espada.
El
misticismo y el catolicismo, la Escuela de Salamanca y la
contrarreforma: el refugio en Santa Teresa de Jesús y San Juan de la
Cruz. Caminos de ida y vuelta en los que refugiarse, cárceles de
amor y -no lo olvidemos- celdas de condena.
Su
evangelio quizá no sea sino el de Juan Ramón Jiménez. Quizá también
podría haberse llamado esta bella exposición El Evangelio según
Juan Ramón Jiménez, esa alta belleza en que Guillermo busca
refugio último. Esa inmensa minoría. Juan Ramón y Zenobia, tanto
por saber de los misterios de un matrimonio atrapado en el goce de
las ninfas. Confidencias que se pierden, que se cuentan, memoria
siempre frágil, a punto de evaporarse. No en vano Guillermo elige un
poema de Juan Ramón también:
ni
mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano;
eres
igual y uno, eres distinto y todo;
eres
dios de lo hermoso conseguido,
conciencia
mía de lo hermoso.”
“Ya
nada tengo que purgar.
Toda
mi impedimenta
no
es sino fundación para este hoy
en
que, al fin, te deseo;”
La
trasparencia, dios, la trasparencia
2
El
amor ilumina sus rostros. No existirían sin la profundidad de la
sincera mirada de Guillermo, sin el deslumbramiento ante el que no
cabe trampa ni hipocresía. Ha conseguido pintar rostros transparentes. El acto de dibujar lo es de descubrir y
descubrirse. Y
lo dice: “La mirada ya no está en las estrellas, sino en nuestro
corazón”.
La
poética de San Juan atrapa al artista para hablar de su
desconcierto, que siempre
-milagrosamente- se puede permitir en el
dibujo. Nosotros envejecemos, el tiempo lo devora todo inmisericorde,
pero el verdadero pacto con el diablo es la obra. Dorian Gray no son
sino los dibujos de Guillermo. No hay que esconder nuestro retrato en
lo más oscuro del payo. No hay temor a mirarse en el espejo: hay que
mirar los dibujos.
Los
bellos dibujos de Guillermo son vida, un pálpito rescatado,
recreado. Un joven, y todos. Siempre en el borde. En tránsito. A
punto de crecer. Ya no hay nada que purgar: el artista a solas con su
deseo.
Jesús
Gironés
25
de enero de 2017
1.
El discípulo amado I, 2016
“Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su madre:
-Mujer, ahí tienes a tu hijo.” (Juan 19, 26)
2.
El discípulo amado II, 2016
“Jesús le dijo:
-Si yo quiero que este se quede hasta que yo venga, a ti ¿qué? Tú sígueme.”
(Juan 21, 22)
3.
El discípulo amado III, 2016
“Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
-Señor, ¿quién es?”
(Juan 13, 25)
4.
El Discípulo amado IV, 2016
“Este es el discípulo que da el testimonio de estas cosas, y el que las ha escrito”
(Juan 21, 24)
7.
Pedro, 2016
“-Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Pedro le contestó:
-Sí, señor, tú sabes que te quiero.” (Juan 21, 15)
8.
Libro de los signos. Sexto signo: Jesús da la vista a un ciego de nacimiento, 2016
10.
Judas Iscariote, 2016
“Judas tomó el bocado y salió en seguida. Era de noche” (Juan 13, 30)
El artista y su muso: Guillermo y Samuel/San Juan