Hortensias bajo el emparrado, en la casa familiar de María Antonia Ortega, en Béjar.
EMPARRADO II
(…) los ndembu
piensan que la mujer, al no engendrar hijos y desperdiciar su sangre
menstrual, está renunciando activamente al rol que la espera de
mujer madura y casada. Está comportándose como un hombre matador y
no como una mujer nutridora. Es una situación análoga, aunque
modificada por la matrilinealidad, a la de esta declaración del
antiguo código judío de Quaro: “todo hombre está obligado a
casarse con una mujer para engendrar hijos; y aquél que no cumple
con este deber es como uno que derrama sangre”.
SÍMBOLOS EN EL
RITUAL NDEMBU, Victor Turner
Dichosa la estéril
sin mancilla… cuando sean juzgadas las almas se verán sus frutos.
SABIDURÍA
3:13
Hijas de Jerusalén,
no lloréis por mí, llorad por vosotros y vuestros hijos, porque
mirad, llegará el día que dirán: dichosas las estériles y los
vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado.
EVANGELIO
SEGÚN SAN LUCAS 23, 27-31
No solo había
escarnecido la moralidad de la institución familiar, sino que,
además había escarnecido la economía del matrimonio, que consiste
en la producción de hijos, demostrando públicamente que se puede
ser estéril a elección y con absoluta impunidad.
EN LA CIUDAD,
William Faulkner
La sentencia más
profunda que se ha escrito jamás -dijo lleno de entusiasmo Temple-
es ésta con la que termina el libro de zoología: la reproducción
es el principio de la muerte.
RETRATO DEL
ARTISTA ADOLESCENTE, James Joyce
El retrato de mis
padres jóvenes,
mi Dios.
ARABESCO:
Nacídelentusiasmodelabellezadelmomento.
Mis padres se
doblaron
con la luz de la
tarde,
plegándose
como las sillas de
lona a rayas
del emparrado.
Ah, mis padres eran
todavía
demasiado jóvenes y
bellos
para resignarse.
Nací de su
entusiasmo.
Ahora vuelvo a la
casa de mis abuelos,
a la Casa del
tiempo:
su latido todavía
como un niño
jugando al escondite
inglés
en la eternidad,
intercambiando para
su álbum de cromos
el paso de las horas
por el compás de
unos remos.
La casa de los
abuelos es ahora
un arado flotando en
el mar.
Después de tanto
tiempo,
¿me reconocerán,
sabrán quién soy,
ahora que el huerto
está abandonado,
y hay en él más
pájaros que flores?
Porque no me he
reproducido
multiplicándome,
sino dividiéndome
sin fin, sin fin
en círculos
concéntricos hacia dentro
No he vuelto a la
casa del padre,
sino a la de los
abuelos.
más lejos todavía.
Quede mi memoria,
abuelos,
aunque sea de forma
efímera,
entre las ondas del
agua
como una corona de
flores
o un ramo de novia
deshaciéndose,
y no sobre las
huellas del barro seco.
No he dado muerte,
no he dado vida, no he dado muerte.
no he transmitido la
condición mortal;
pero este camino es
también tan largo
como el de las
generaciones,
y se refleja en
algunos rostros
como los padres en
los hijos.
Escribo poesía,
escribo poesía
porque he salvado
así
la vida de mis
hijos.
El Emparrado, María Antonia Ortega. Colección eMe. Ediciones La Palma. Madrid, marzo de 2014.