Juan
Talavera: el grito del cuerpo.
“Hombre traspasado por la luz. Materia que se deteriora y luz que permanece. Hombre que figura o configura sus dos espacios: hacia la muerte uno y hacia la sobrevivencia, su sobrexistir, su comunicarse, su consumirse otro. Positivo y negativo en sí mismo. `Las dos vienen a ser la misma carne´, dice la Sagrada Biblia”.
Pablo Serrano
Discurso de Ingreso en la Academia.
Conocí a Juan Talavera cuando estudiaba Bellas Artes en la Complutense madrileña. Hacía unos dibujos de una belleza arrebatadora, clásica, dionisíaca. Su pintura poderosa, con influencias del art brut, el grupo Cobra, el expresionismo alemán. Era apasionado como un niño terrible de Cocteau y un joven pasoliniano. A veces con una sensibilidad extrema para pequeños gestos, casi insignificantes que el podía magnificar. Su primera exposición individual en El Foro de Pozuelo era una explosión sobre el cuerpo humano, un cosmos de músculos y sentimientos en sí mismo.
Sus cuerpos son convulsos, o sea, bellos, aunque más que Bretón otras son sus fuentes. Ribera, por ejemplo, esa tensión tan española, entre el cuerpo y el alma, lo sagrado y lo profano, el sueño y la razón. Esconden todas las luchas contemporáneas, artísticas y vitales, personales y sociales..
Durante años el tema de su pintura ha sido el cuerpo. Ahora. En su última etapa podemos pensar que los cuerpos han desaparecido, quizá centrifugados, arrojados al espacio, y lo que vemos tiene algo cósmico o de conexiones neuronales. La mente al fin, que es otra forma de pintar lo humano.
Su obra tiene como último sentido el hombre. El artista impregna su trabajo de sí mismo, de sus obsesiones, deseos, pensamientos, del tiempo que le toca vivir, del que sueña, del que padece. La espléndida obra que donó a la Colección Visible de Arte Contemporáneo es buena muestra de ello.
Juan Talavera comenzó trabajando como ayudante del escultor Pablo Serrano, y la muerte del maestro le llevó a comenzar su andadura universitaria. Su estudio parece a camino entre dos siglos, más entre el XIX y el XX que entre el XX y el XXI. Tiene el espíritu de los talleres casi desaparecidos, de la bohemia parisina. En el patio, una pequeña y personal escultura. Dan ganas de cogerla con las manos, soplar y esperar a que empiece a vivir, de tan viva. En Alcalá de Henares se encuentra el grupo escultórico que realizó en el Paseo Gil de Hontañon, en la Universidad. Participa esta obra de su sentido conceptual, pero se elevan en una grata serenidad, homenajeando el carácter renacentista. Versátil, capaz de transmitir su ser a la materia, pintura y escultura beben en él de los mismos manantiales y encuentran distintos caminos, ecos. Los bosques del pensamiento, la naturaleza siempre impredecible, la lucha entre lo urbano y la memoria de las migraciones desde el campo, el abrirse camino en el nuevo mundo con lo que cabía en una maleta. Así se escribe también la historia del artista.
Decía Duane Michals que la única razón del arte es conmover: “Cuánto más íntima es la expresión más hondamente conmueve. Pero hoy en día vivimos en una cultura en la que cuánto más gritas mayor atención te prestan, y ya no queda espacio para el susurro, para la sensualidad íntima. Siempre hay ruido. Creo que las galerías de arte y los museos se han convertido en parques temáticos”. (1)
Juan, si no es un artista del susurro, si lo es de la conmoción de la intimidad, de la herida de la belleza. Del grito verdadero, del estupor y de la furia. Ángeles y hombres que intentan encontrar su lugar entre el tumulto, entre el griterío, que reclaman su lugar en el lienzo aún arrastrando estelas del incendio, a veces como si hubiesen nacido en mala luna y se perdonasen la vida cada día, con el poeta (2). Cuerpos poderosos que no se resignan a los moldes impuestos. De ello dan cuenta sus composiciones, que parten, resaltan, enmarcan las figuras o parte de ellas, contenidas.
Vi las mejores mentes de mi generación destruídas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, / arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, /hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con la estrellada dínamo de la maquinaria nocturna, / (…) flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz, / que desnudaron sus cerebros bajo los puentes y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,/(...) parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras (Aullído, Allen Ginsberg, Madrid 1993. Círculo de Bellas Artes.). (3)
El artista está condenado a dar testimonio de su época, sea desde la visceralidad o eligiendo la hipocresía. No el grito del vendedor de ungüentos mágicos y crecepelos asombrosos, no la prestidigitación de los trileros, sino la honestidad de sus armas. Apenas pintura, lápices o bolígrafos, lienzos, tablas o papel y la soledad del estudio. La obra de Juan Talavera es de una coherencia sorprendente a lo largo de los años, de una fidelidad y entrega que sorprende. Un viaje lleno de honestidad hacía un futuro siempre incierto. Sus cuerpos y sus constelaciones mentales conforman un discurso que late al ritmo de la defensa de la libertad., en la mejor tradición del arte moderno.
(4)
Jesús Gironés
Madrid, setiembre 2013
(1) Duane Michals habla con Enrica Viganò. La Fábrica y Fundación Telefónica, 2001.
(2) Me sobra el corazón. Miguel Hernández. En Sí, a Miguel Hernández. Niño de Elche, 2013.
(3) Allen Ginsberg. Madrid 1993. Círculo de Bellas Artes, 2008.
(4) Materiales de sociología del arte. Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría. Siglo XXI Editores de España, 2008.
Juan Carlos con Pepe Domínguez y Jesús Gironés, 1994
Una de sus esculturas en espacios públicos, en Canarias
Una de sus esculturas en el paseo monumental Gil de Hontañón, en Álcalá de Henares,