miércoles, 13 de diciembre de 2023

El ahogo del tiempo

 



Así de simple: reposemos juntos,

(...)

y hoy no nos turba el  ahogo del tiempo.


Miquel Martí i Pol

Amada Marta


El corazón tarda en brotar. Entre la arena, frente al mar se pierde la memoria. Nace un deseo extraño. La playa es un inmenso reloj de arena sin tiempo, en el que se adivina otra vida. Más cercana al sueño quizá. Otra memoria surge entonces, nostalgia que se deshace entre lágrimas que no hemos derramado. La luz que no nos ha iluminado se ofrece aquí como una diosa milenaria, que promete todo  a todos, y por eso es extraordinaria como una vida por vivir. El amor se deshace como la arena. El corazón en la playa apenas se reconoce todavía. Un cuerpo, un cuerpo en el que reconocerse. El brillo del mar ya es apenas luz que quema. Te duele no haber construido nada. Confórmate.



***



Hay un límite

Incrustado dentro

de almas y cuerpos


Su tensión imperceptible

ata la carne hasta amoratarla

a veces estalla en sangre

otras, en silencio



***



Los cuerpos dejan de hablar

ya no hay lugar para ellos

Un territorio desconocido

la nieve anestesia el dolor

o lo hace más puro

permite soñar que la vida es posible

aunque no se vislumbre


Qué cicatriz tan hermosa:

Aquí yace aquel a quién tanto amamos,

el que queremos resucitar a pesar de todo



***



hombre amanecer te he amado



***



Todas las flechas estallan

como fuegos artificiales

en el corazón


Es el tiempo del amor

Temblad


Importa ahora

amordazarse y olvidar



***



El mundo que rocé

hoy ya su forma es

esqueleto de la memoria


Qué te digo para que sepas

lo frágiles que eran los sueños

en aquella alegría primera.



***



Reconocedme

yo quiero ser otro


Que contra lo negado

florezca vida



***



Desvestido

un cuerpo distinto

una piel nueva


dentro, heridas

como peces



***



Los cuerpos son como miel

el corazón se deshace

en palabras y sueños


los amigos

los besos

los cuerpos

son como miel


y luego


nada


la soledad

y la memoria



***



Miel es mi memoria

de espinas

tu voz tan suave

como un cuerpo

que nunca es

y yo lo añoro tanto

pero la vida sigue

 

el amor es una cascada

la de nuestra propia ignorancia

la de nuestro dolor


te amo tanto



que ya siento mi cuerpo

como nube que se va







Cuadernillo para el Libro Objeto S.T. "EL TIEMPO"

Diciembre 2003









martes, 12 de diciembre de 2023

Los últimos derrumbes

 


La artista María Ferrero sintió la necesidad de fotografiar las últimas ruinas de un Pozuelo que estaba condenado hace mucho a desaparecer. Algunos, los menos, sentirán nostalgia de un tiempo que se había detenido e importaba a muy pocos. Apenas la crónica de un derrumbe.


Habla el pozuelero Santiago Auserón a propósito de Semilla del Son de “esa especie de melancolía a la que nos aboca la desaparición de las cosas”. Y eso siento yo al pensar en los últimos derrumbes del Pozuelo de La Poza: el taller de Fernando Luengos, el bar restaurante en que algunas veces comí con él, los desguaces, talleres… Aquellas naves y calles algo fantasmagóricas, donde tiene su cabecera el 656 y que ahora intento recordar en las fotografías de la artista María Ferrero.

Los últimos restos de una de las partes más humildes y proletarias del pueblo que se resistía a ser engullido por la ciudad. Recuerdo en los setenta, al principio de venir a vivir, los veranos en que se cortaba el agua y había que bajar con garrafas a La Poza. Recuerdo aperitivos, comidas y tardes de tapas y cervezas; las visitas al taller de Fernando, la herrería convertida en el taller del escultor; la casa a la que acompañé alguna noche a Marcos Picazo. La mayoría de las historias del barrio me las contaba Enrique Sánchez Leal, que se las conocía todas.

Últimamente miraba más desde enfrente, que el autobús ahora lo cojo poco. Ahora se hablaba más de José Mercé, que se había hecho pozuelero, y tenía rincón fijo en los hermanos. Ya le había dicho a Martín-Crespo tiempo atrás: -Alcalde, búscame una casa en tu pueblo, que aquí se tiene que vivir bien…

Las fotos de María Ferrero dan testimonio de un no lugar. Ya nada quedará, los nuevos edificios empezarán a construirse. La nueva ciudad que hace mucho comenzó a ser Pozuelo traerá diferentes vecinos que poco querrán saber. Nuevas vidas comenzarán bajo el mismo cielo. Quizá los antiguos lavaderos sean por fin rehabilitados dignamente, y los vecinos harán alguna excursión, y los niños se sorprenderán tanto que hubiese un tiempo sin lavadoras, como se asombran al descubrir que la leche no viene del tetra-brick, sino de las vacas.

María Ferrero sintió la necesidad de ser testigo. Salir de su estudio, con nocturnidad y lealtad. ¿Para qué sirve la fotografía, el arte, el testimonio? Las últimas sombras, las ruinas de un Pozuelo que ya hace tiempo que no existía, excepto para la especulación inmobiliaria. Si no se salvaron los elegantes hoteles y fincas de veraneo, no lo iba a hacer una de las zonas humildes. De fondo, la agonía de algunas familias que no fueron previsoras, que creyeron que todo seguiría igual para siempre.

La nueva ciudad crecerá entre los escombros.

“A mi me lleva el aire siempre a tu vera, siempre a tu vera… Con lo que te quiero yo”, canta José Mercé de fondo, mientras miro los derrumbes y me despido. Han quedado los árboles, lo que no deja de ser maravilloso.

Jesús Gironés


Texto publicado en La Voz de Pozuelo, 12 de diciembre 2019

La Voz de Pozuelo






Fotografías: María Ferrero

María Ferrero

El Foro en Arriaza 11: la inauguración.