miércoles, 31 de mayo de 2017

Jesús Gironés: 3 poemas

Jesús Gironés leyendo en la presentación de Blanco Nuclear, en la Fundación FIART. En la mesa, Luis Daniel Pino, Luis Antonio de Villena, Ramón Irigoyen y el editor de SIAL José Ramón Trujillo.
Madrid, 29 de junio de 2011.

Me llevé toda una sorpresa al escuchar mis poemas y mi poética en la radio. Publicados en la antología Blanco Nuclear, de Luis Pino (Ediciones Sial).
Lo comparto para el recuerdo y la memoria,
Gracias a Esther Abellán, Bego Rodríguez y su programa Conectados en la noche.

http://vocaroo.com/i/s1UFR7swV8vZ



(POÉTICA)


Si busco en mi memoria poética aparece deslumbrante la “Sonata de primavera” de Valle-Inclán, el verano que vinimos a vivir a  Pozuelo de Alarcón. Mi padre me intentaba transmitir su pasión por Espronceda y Rubén Darío, sin comprenderle del todo. Ana María Matute: “La torre vigía” y “Los niños tontos”. Bueno, toda ella. Lorca, Cernuda. Juan Ramón Jiménez. Jaime Gil de Biedma, Gamoneda. Sylvia  Plath. Gloria Fuertes. El “Hiperión” de Hölderlin. Los poemas de Heinrich Böll. Ángeles  Navarro Guzmán, tras descubrir su “A la sombra de la ciudad enamorada”. Los “miércoles de crimen” con Mario Merlino. Escuchar a Emilio Sanz de Soto.
También hay películas: “Reflejos en un ojo dorado”, de Huston. O “El diablo probablemente”, de Bresson.
Las idas a Ortigosa de Cameros. O la casa de mis abuelos, en la calle Toledo 27.
Todo lo que sigo sin entender. Todo lo que me excita y me sorprende y me hace intuir el niño del que no tengo memoria.
Ah… y  cuando en “El Prado”, de los Taviani, Isabella Rossellini dice: “Y sin embargo creo en la felicidad, porque la he experimentado y sé que existe”.



1



Las últimas perlas

Un cinturón de judo
fue tu último collar
cuando ya te habías deshecho de todas las galas
y morir era la única obsesión.

Nadie a quién dirigir la mirada más hermosa,
ningún sueño al que dedicar las horas.

Te pusiste el último collar
y tu rostro definitivo
fue el de la desesperación.





2


Tu cuerpo era un jardín

Eras una flor y muchas
y tú misma te surtías de jugos
y manantiales asombrosos.

Yo te abrazaba
y me sabía floreciendo
de delicias extrañas y nuevas.
Todo eran sorpresas
y nada me sorprendía
.
Aquella sabiduría
de cuando aún no estaba prohibido
el amor entre hermanos.






3


Amable te dejabas acariciar

Retirabas mi mano
para volver al principio

Casi unidos sueño y realidad
Nos dormimos

Cancion de cuna
eran las caricias

Din, dan; din, dan…






Jesús Gironés fotografiado por David Trullo en el cementerio de Valdepeñas, antes de visitar el Museo Gregorio Prieto.




La casa de mis abuelos maternos. Calle de Toledo, 27. Madrid.




lunes, 8 de mayo de 2017

Ana María Matute: MAR



Pobre niño. Tenía las orejas muy grandes, y, cuando se ponía de espaldas a la ventana, se volvían encarnadas. Pobre niño, estaba doblado, amarillo. Vino el hombre que curaba, detrás de sus gafas. “El mar -dijo-; el mar, el mar”. Todo el mundo empezó a hacer maletas y a hablar del mar. Tenían una prisa muy grande. El niño se figuró que el mar era como estar dentro de una caracola grandísima, llena de rumores, cánticos, voces que gritaban muy lejos, con un largo eco. Creía que el mar era alto y verde.
Pero cuando llegó al mar se quedó parado. Su piel, ¡qué extraña era allí! “Madre -dijo, porque sentía vergüenza-, quiero ver hasta dónde me llega el mar”.
Él, que creyó el mar alto y verde, lo veía blanco, como el borde de la cerveza, cosquilleándole, frío, la punta de los pies.
¡Voy a ver hasta dónde me llega el mar!”. Y anduvo, anduvo, anduvo. El mar, ¡qué cosa rara!, crecía, se volvía azul, violeta. Le llegó a las rodillas. Luego, a la cintura, al pecho, a los labios, a los ojos. Entonces, le entró en las orejas el eco largo, las voces que llaman lejos. Y en los ojos, todo el color. ¡Ah, sí, por fin, el mar era de verdad! Era una grande, inmensa caracola. El mar, verdaderamente, era alto y verde.
Pero los de la orilla no entendían nada de nada. Encima, se ponían a llorar a gritos, y decían: “¡Qué desgracia! ¡Señor, qué gran desgracia!”

MAR

Ana María Matute

Los niños tontos







El Saler. Valencia.