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lunes, 6 de junio de 2022

Patricia Mateo: ironía y placer de la pintura

 

Autorretrato


Patricia Mateo: de la ironía, el placer y el oficio.


Patricia Mateo expone “Pretéritos imperfectos” en Cafebrería ad Hoc hasta el sábado 25 de junio de 2022. Una colección de pinturas en las que el clasicismo y el humor, el Museo del Prado y las historietas de Ibañez van de la mano.


Al final me cuesta más escribir sobre su obra de lo que pensaba. Quizá porque no le hacen falta palabras, y se disfruta sola. Nos hace pensar en silencio. Esa Torre de Babel a modo de 13, Rue del Percebe, recreando a Grimmer. O el retrato de una infanta de Juan de Flandes, que luce unos pendientes sorprendentes. Y no solo. O que decir de esa balsa abandonada a su suerte y a su muerte, tan terriblemente actual, con unos compañeros de viaje que no se sabe si tienen bastante con lo suyo… porque socorro no parece que vayan a prestar.

Has sido tú

Patricia Mateo se presenta como una ciudadana de las cortes europeas que tiene el raro privilegio de divisar entre bambalinas la labor de los grandes maestros. La conjunción de tiempos pasados con el presente, desmonta, como se viene haciendo desde antiguo, la seriedad de las reputadas pinturas, producto de grandes colecciones reales donde la seriedad se establece como dogma. El más grande arte clásico e internacional digerido por la castiza madrileña”, cuenta certeramente Idoia Hormaza, en la página de la artista:

http://patriciamateo.info/


Azarosos tiempos para los que el humor es un antídoto, una forma de pensar. De concebir el mundo y el oficio de pintar. Junto con el amor a los clásicos, que Patricia siempre interpreta.

Me ha venido a la memoria el trabajo de Nono Bandera, en su etapa de Utopía Parkway, aquel maravilloso catálogo/álbum de cromos. El artista trabajaba con obras de pintores desconocidos o aficionados y los manipulaba pictóricamente, dando otra vida al cuadro, convirtiéndolos en arte.

Un proceso similar, aunque Mateo bebe de las fuentes de la pintura, con una interpretación contemporánea que engaña al ojo, o más bien le hace cómplice. 

«Yo siempre me tiro a la piscina y luego miro si hay agua», le contaba a Nerea Chicote para el ABC Cultural. Frase que de otra manera me adjudicó David Trullo hace bastantes años: -Tú, cuando la piscina está llena, metes un pie, y cuando está vacía te tiras de cabeza. Así andábamos. Arte y vida, vida y arte.

Patricia Mateo conoció a Roberto González Fernández, cuando ella comenzó a prepararse para entrar en Bellas Artes y sin duda a los dos les une una inmensa capacidad de trabajo, que en el caso de Patricia solo han interrumpido avatares biográficos.

Una de las cosas que me interesa de sus obras, de esa doble lectura, es que hay que acercarse para descubrirla. De lejos. en una casa, en una exposición, en un museo, hay que acercarse para entrar en el juego.

Escribió Max Aub: "Arte: la inteligencia, la transcendencia, la penetración, la vida convertida, para que la huelan, la adivinen, la recreen los que la merecen. Y nada del arte por el arte, sino el arte por la vida, tras dar la vida por el arte. Decir lo que no se puede decir. El arte: creación o no es". Así Patricia Mateo con su metalenguaje, su meta arte. ¿Porque además, quién puede hoy llevarse un cuadro del Museo a casa?


Jesús Gironés

Pozuelo de Alarcón

Junio 2022



Abierto por obras

Venecia mon amour


El desmayo

Houston tenemos un problema


Dos obras de Nono Bandera.




Una divertida Última Cena de Patricia Mateo. Un cuadro catártico en muchos aspectos. de unos tiempos que ya no volverán. Empezaba la segunda década del 2000.


Vista parcial de "Pretéritos imperfectos" de Patricia Mateo en Cafebrería ad Hoc



Presentación de "La geografía de tu nombre", de Isabel Ordaz, en Cafebrería ad Hoc.

Caronte y Cía

Pánico en la Abadía


El concierto

Exit



Jesús Gironés con Patricia Mateo. Al fondo Bettina Geisselmann. El Foro de Pozuelo, junio 2015. Inauguración de "Garbo, Dietrich... y Katharine Hepburn".

domingo, 18 de octubre de 2020

Ánima/ Jesús Gironés

 


Nacho Casares  Animula, vagula, blandula 


Ánima

(A partir de la obra de Nacho Casares)


Entré sin saber muy bien dónde entraba. Al poco rato, sentada con mi copa de ginebra en la mano, me tranquilicé. Era como si estuviese en uno de los cafés de Modiano, pero no pensaba suicidarme. Todavía. Entonces me fijé por primera vez en el dibujo.


La casa de mis abuelos. La extraña torre me recordaba a la casa de mis abuelos. En la que nunca había estado. Se fueron, dejando a mi madre, que era una niña, con sus tías. Mi madre creció viendo fotos de un edificio demasiado alto para lo que ella podía ver por aquí. Se imaginaba volando alrededor del edificio. Pero todas las ventanas tenían cristales incrustados en los ladrillos. No se podía abrir. A ella le extrañaba mucho eso de que las ventanas no se pudieran abrir.


Me vi mirando al techo. Las formas redondas de las lámparas eran un deleite para mi vista. El pensamiento volaba voluptuoso. Brillaban sin ostentación, y también me llevaban al pasado. Qué suerte haber encontrado un sitio así en un pueblo tan feo. Justo cuando bajaba del tren llamó él, que se retrasaba unas horas. ¡Unas horas! Salí furiosa de la estación y tiré como la cabra al monte. Entré pensando que entraba en una librería y me encontré con la sorpresa del bar.


Qué gracia el dibujo con las salchichas de colores. Y la señora… Era mi madre sin duda. Así me la imaginaba yo, contenta de haber llegado tan lejos. A pesar de no poder entrar. Soñando todavía con que se podía entrar. Los tamaños no encajaban. ¿Encaja algo en mi vida? ¿Ha encajado algo alguna vez?


Mis abuelos no existen. Se van a vivir muy lejos su amor. Mi madre no entra en sus planes, claro. ¿Cómo pudieron tener ese desliz? Tan jóvenes. Ellos eran inconscientes, felices. Y dejaron que su hija creciese fuera del mundo, con esas mujeres fuera del mundo. ¿Acaso había otra vida posible? Vivieron esa extraña vida de flores, patrones copiados de revistas de París, meriendas eternas. Siempre recibiendo a curas. ¿No había otros hombres? Imagino que no. Los hombres mejor lejos. Unos habrían muerto, los otros se habrían ido.


Un traje para cada ocasión y para cada estado de ánimo. Y juegos de café, de té… Porcelana china, checoslovaca, gallega, asturiana. De Meissen. Y esas figuritas tan caprichosas: gnomos, sátiros, hadas, gatitos, lucinas. dromedarios, elefantes, unicornios, caballos…Yo lo conocí ya todo deslavazado. Pero recuerdo algunas historias. Eran felices sobre todo bebiendo champán. No desperdiciaban ocasión. Mas de cien copas romperían, decía mamá.


El hombre del traje de chaqueta, ¿Que hace?¿Sujeta el edificio?¿Lo levanta?¿Lo va a arrojar al vacío? Y está de espaldas. De espaldas, como siempre. Todo tienen que hacerlo de espaldas a nosotras. De espaldas a mí, por lo menos. Y ella parece feliz. Se abraza al edificio. Parece que tiene un brazo dentro. Claro todo es un sueño. Espero que se despierte antes del batacazo. Ni casa, ni padres, ni nada. Eso si. Le encantaba beber los restos del líquido dorado, que parecía pis, de las copas de champán de sus tías.


Entonces también volaba. Siempre acababa buscando refugio en la cama de alguna muchacha, la mas cariñosa, la que mejor olía. Caía dormida, y a la mañana siguiente la trataban como a una reina. ¡Ay, aquellas jícaritas de chocolate…!



Jesús Gironés Martínez


 I CONCURSO DE RELATO BREVE  EXPOSICIONES AD HOC [2018]

Presentado con el pseudónimo Animula, vagula, blandula.

[Segundo de los 10 finalistas]